Descartes

René Descartes fue un filósofo y matemático francés del siglo XVII, considerado el padre de la filosofía moderna. Descartes es conocido por sus importantes contribuciones al desarrollo de la geometría analítica y por su obra Discurso del Método.

Descartes también es conocido por su famosa frase «Pienso, luego existo«, que representa la idea central de su método filosófico. Creía que dudando de todo lo posible podía llegar a una certeza indudable: la existencia de su propio pensamiento.

Biografía

Nacido el 31 de marzo en La Haye, Francia, René Descartes (1596-1650) fue verdaderamente un hombre del Renacimiento: fue soldado, matemático, filósofo, científico y psicólogo.

Además, era un hombre de mundo que disfrutaba con el juego, la danza y la aventura. Pero también era una persona intensamente reservada que prefería la soledad y evitaba los vínculos afectivos con la gente. Cuando su fama empezaba a crecer, se trasladó a Holanda; mientras estuvo allí, se mudó 24 veces sin dejar una dirección para no ser importunado.

La madre de Descartes murió cuando él apenas tenía un año mientras daba a luz a otro hijo, que falleció tres días después. Como su padre, un acaudalado abogado, ejercía a cierta distancia de la casa, fue criado principalmente por su abuela, una enfermera y un hermano y una hermana mayores.

Descartes era un niño brillante. A los 10 años ingresó en el colegio de los jesuitas de La Flèche, donde se graduó a los 16. En La Flèche, al igual que otros estudiantes de la época, estudió los escritos de Platón, Aristóteles y los primeros filósofos cristianos. En aquella época, la educación consistía en demostrar lógicamente la validez de las verdades reveladas. Como estudiante, era especialmente aficionado a las matemáticas, y a los 21 años sabía esencialmente todo lo que había que saber sobre la materia.

Tras su graduación en La Flèche, Descartes vagó libremente y experimentó muchos de los placeres de la vida, estableciéndose finalmente en St. Germain, un suburbio de París. Fue allí donde observó un grupo de estatuas mecánicas. Las estatuas contenían un sistema de tuberías de agua que, al ser activadas por una persona que pisaba una placa oculta en el suelo, provocaban una serie de movimientos y sonidos complejos. Como veremos más adelante, esta idea de que una sustancia que fluye por unas tuberías provoca movimientos complejos influirá profundamente en la filosofía posterior de Descartes.

La búsqueda de la verdad filosófica de Descartes

En el momento en que Descartes se trasladó a St. Germain, experimentó una crisis intelectual. Se le ocurrió que todo lo que había aprendido era inútil, especialmente la filosofía. Observó que los filósofos llevaban siglos buscando la verdad, pero no lograban ponerse de acuerdo entre ellos sobre nada; llegó a la conclusión de que nada en filosofía estaba fuera de toda duda. Esta idea le llevó a una profunda meditación. Decidió que era mejor aprender por sí mismo. Como Francis Bacon antes que él, Descartes buscó una «fortaleza intelectual capaz de resistir los ataques de los escépticos».

El método de autoexploración de Descartes fue productivo casi de inmediato. Por lo general, exploraba sus numerosas ideas nuevas durante una intensa meditación tumbado en la cama; durante una de estas meditaciones, se produjo una de sus mayores intuiciones. Inventó la geometría analítica tras observar una mosca en su habitación. Observó que podía describir con precisión la posición de la mosca en cualquier caso con sólo tres números: las distancias perpendiculares de la mosca a dos paredes y al techo. A partir de esta observación, Descartes demostró cómo podían integrarse la geometría y el álgebra, haciendo posible representar con números fenómenos astronómicos como las órbitas planetarias.

En términos más generales, había descubierto una correspondencia exacta entre el reino de los números y el reino de la física. Por complicados que fueran, todos los fenómenos naturales podían describirse ahora en términos matemáticos. Como Copérnico, Kepler y Galileo antes que él, y como Newton después, Descartes llegó a la conclusión de que el conocimiento último es siempre conocimiento matemático. Con la invención de la geometría analítica, ahora era posible describir y medir con precisión esencialmente todos los fenómenos físicos conocidos. De este modo, consolidó la concepción pitagórico-platónica del universo que habían aceptado Copérnico, Kepler y Galileo y que estaba a punto de desarrollar Newton.

Así comenzó Descartes su búsqueda de la verdad filosófica. Se resignó a dudar de todo lo que se podía dudar y a utilizar lo que era cierto, como se utilizan los axiomas en matemáticas. Es decir, lo que era cierto podía utilizarse para deducir otras certezas. Tras una dolorosa búsqueda, llegó a la conclusión de que de lo único que podía estar seguro era del hecho de que dudaba; pero dudar era pensar, y pensar requería un pensador. Así llegó a su famosa conclusión «Cogito, ergo sum» (pienso, luego existo). Descartes estableció la certeza de sus propios procesos de pensamiento, una certeza que, para él, hacía válida la búsqueda introspectiva del conocimiento.

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