Francis Bacon

¿Quién fue Francis Bacon?

Francis Bacon (1561-1626) nació el 22 de enero en Londres en el seno de una familia con fuerte influencia política. Tras estudiar tres años en Cambridge, se trasladó a Francia, donde trabajó para un embajador. Regresó a Inglaterra para ejercer la abogacía y en 1584 fue elegido diputado.

Poco después de la publicación de su obra más influyente, Novum Organum, fue destituido por el Parlamento por aceptar sobornos. Recibió una fuerte multa (que nunca pagó) y cumplió una breve condena de prisión (cuatro días) en la Torre de Londres. Su retiro forzoso de los asuntos jurídicos y legislativos a los 60 años le permitió concentrarse en la ciencia y la filosofía, y pronto le siguieron varios libros importantes.

Tradicionalmente se ha considerado a Francis Bacon como el principal portavoz de la nueva ciencia en su rebelión contra las autoridades del pasado, especialmente Aristóteles. Su ingenio y su brillante estilo de escritura tentaron a algunos a especular que era el verdadero autor de las obras de Shakespeare. Fue contemporáneo de Galileo y Copérnico, y era 35 años mayor que Descartes.

Bacon era un empirista radical que creía que la naturaleza sólo podía entenderse estudiándola directa y objetivamente. Los relatos sobre cómo debe ser la naturaleza basados en las escrituras, la fe o cualquier autoridad filosófica o teológica sólo obstaculizarían los esfuerzos por aprender cómo funciona realmente el mundo.

La ciencia baconiana

Aunque Bacon y Galileo eran contemporáneos, sus enfoques de la ciencia eran muy diferentes. Galileo buscaba principios generales (leyes) que pudieran expresarse matemáticamente y a partir de los cuales se pudieran hacer deducciones, un enfoque que en realidad requería muy poca experimentación. Para Galileo, era importante descubrir las leyes que rigen el mundo físico. Una vez aisladas y expresadas matemáticamente dichas leyes, se podía deducir un gran número de manifestaciones de las mismas (la deducción consiste en predecir un hecho concreto a partir de un principio general).

Bacon, por su parte, abogaba por una ciencia basada en la inducción. Según Bacon, la ciencia no debe incluir teorías, hipótesis matemáticas y deducciones, sino que debe implicar únicamente los hechos de la observación. Creía que cualquiera que investigara con ideas preconcebidas tendería a ver la naturaleza a la luz de esas ideas preconcebidas. En otras palabras, Bacon pensaba que aceptar una teoría probablemente influiría en las observaciones de alguien, y ofreció a Aristóteles como ejemplo de investigador sesgado.

Bacon dijo que, puesto que Aristóteles había asumido que los objetos de la naturaleza estaban gobernados por causas finales, su investigación confirmaba la existencia de causas finales. Para él, cuando suponemos «causas finales» y las aplicamos a la ciencia, estamos llevando a la naturaleza lo que sólo existe en nuestra imaginación. En lugar de entender las cosas, impugnamos las palabras, que cada uno interpreta por sí mismo.

El empirismo de Francis Bacon

Bacon desconfiaba del racionalismo por su énfasis en las palabras, y desconfiaba de las matemáticas por su énfasis en los símbolos: decía: «Las palabras son sólo imágenes de la materia…. Enamorarse de ellos es [como enamorarse] de una imagen».

Bacon se basó únicamente en la observación directa de la naturaleza. Con su empirismo radical, dejó claro que la máxima autoridad en la ciencia debía ser la observación empírica. Ninguna autoridad, ninguna teoría, ninguna palabra, ninguna formulación matemática, ninguna creencia y ninguna fantasía podrían sustituir a la observación empírica como base del conocimiento fáctico. Más adelante en la historia, el enfoque de Bacon sobre la ciencia se llamaría positivismo.

Deducción e inducción

Pero Bacon no evitó clasificar las observaciones empíricas. Creía que, tras muchas observaciones, se podían hacer generalizaciones y observar las similitudes y diferencias entre las observaciones. Estas generalizaciones pueden utilizarse para describir clases de acontecimientos o experiencias.

En la ciencia baconiana, se procede de la observación a la generalización (inducción); en la ciencia galileana, y más tarde en la newtoniana, se procede de una ley general a la predicción de hechos empíricos concretos (deducción). Bacon no negaba la importancia de las facultades racionales de la mente, pero creía que estas facultades debían utilizarse para comprender los hechos de la naturaleza y no las invenciones de la imaginación humana.

Lo que Bacon proponía era una posición intermedia entre el empirismo tradicional (la simple recopilación de hechos) y el racionalismo (la creación de principios abstractos). Dijo Bacon:

Los hombres de experimentos son como las hormigas, sólo recogen y utilizan lo que han recogido; los pensadores se parecen a las arañas, que construyen telas de su propia sustancia. La abeja, sin embargo, toma un camino intermedio: recoge su material de las flores del jardín y del campo, pero lo transforma y digiere por un poder propio. A diferencia de esto, este es el verdadero negocio de la filosofía; porque no depende exclusiva o principalmente de los poderes de la mente, ni aloja la materia que recoge de la historia natural y de los experimentos mecánicos totalmente en la memoria, tal como la encuentra, sino que la aloja en el intelecto alterada y digerida. Por lo tanto, de una conexión más estrecha y más pura entre estas dos facultades, la experimental y la racional (como nunca se ha hecho), se puede esperar mucho.

El conocimiento práctico que proporciona la ciencia es tan importante para la mejora de la sociedad que Bacon creía que la actividad científica debía ser apoyada generosamente con fondos públicos.

Un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

14 + 16 =