Guillermo de Ockham

Guillermo de Ockham (1285-1349), fue un monje franciscano nacido en Inglaterra. Ockham creía que, al explicar las cosas, no había que hacer suposiciones innecesarias, es decir, que las explicaciones debían ser siempre lo más parsimoniosas (simples) posible.

La navaja de Ockham

Esta creencia de que los supuestos extraños deben ser «afeitados» de las explicaciones o argumentos se conoció como la navaja de Ockham. En sus extensos escritos, expuso su principio de varias maneras, por ejemplo, «Es inútil hacer con muchos lo que se puede hacer con menos» y «La pluralidad no debe asumirse sin necesidad».

Los universales: realistas y nominalistas

Ockham aplicó su «navaja» al debate sobre la existencia de los universales. Algunos estudiosos creían que existían ideas o principios universales y que las experiencias empíricas individuales no eran más que manifestaciones de estos universales. Los que creían en la existencia independiente de los universales se llamaban realistas.

Por otro lado, los estudiosos que creían que los llamados universales no eran más que etiquetas verbales utilizadas para describir grupos de experiencias que tenían algo en común fueron llamados nominalistas.

Como Ockham consideraba innecesaria la suposición de que los universales tuvieran una existencia independiente, se puso del lado de los nominalistas, argumentando enérgicamente que los llamados universales no eran más que etiquetas verbales. Por ejemplo, dado que todos los gatos tienen ciertas características en común, es conveniente etiquetar todos los objetos con esas características como gatos. Lo mismo ocurre con los perros, los árboles, los libros o cualquier otra clase de objetos o experiencias.

Según Ockham, el hecho de que las experiencias tengan características en común nos permite utilizar etiquetas generales para describir esas experiencias; pero el uso de tales etiquetas no significa que haya una idea pura, una esencia o una forma que exista más allá de nuestras experiencias. Ockham creía que podemos confiar en nuestros sentidos para que nos digan cómo es el mundo realmente, que podemos conocer el mundo directamente sin necesidad de preocuparnos por lo que está oculto más allá de nuestra experiencia.

Ockham hizo que la cuestión de la naturaleza del conocimiento pasara de ser un problema metafísico a uno psicológico. No se ocupaba de una realidad trascendente que sólo pudiera comprenderse mediante un razonamiento abstracto o una intensa introspección. Para él, la cuestión era cómo la mente clasifica la experiencia, y su respuesta era que habitualmente respondemos a objetos similares de manera similar. Aplicamos el término femenino a una persona porque esa persona tiene bastante en común con otras que llamamos femeninas.

La suposición de que las esencias existen era innecesaria. Podemos asumir simplemente que la naturaleza es como la experimentamos.

Empirismo

En su empirismo, Ockham fue más allá de Aristóteles. Aristóteles creía que la experiencia sensorial era la base del conocimiento, pero que era necesario aplicar la razón para extraer el conocimiento de los universales y las esencias de las experiencias individuales. Para Ockham, sin embargo, la experiencia sensorial proporcionaba la información suficiente sobre el mundo.

Dios y la razón

La filosofía de Ockham marca el fin de la escolástica. A pesar de los esfuerzos de la Iglesia por suprimirlas, las opiniones de Ockham fueron ampliamente difundidas y pueden considerarse el inicio de la filosofía empírica moderna. De hecho, vemos en su filosofía un fuerte indicio de la llegada del Renacimiento.

A pesar de su empirismo radical, Ockham seguía siendo un monje franciscano y creía en Dios. Sin embargo, dijo que la existencia de Dios nunca podría ser confirmada por el estudio de la naturaleza porque no había nada en la naturaleza que demostrara directamente su existencia. La existencia de Dios, pues, debe ser aceptada por la fe.

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